domingo, octubre 02, 2005

López en el país de las maravillas

López en el país de las maravillas

Isabel Turrent


En medio del sainete entre los precandidatos priistas y la indefinición del PAN, el único que parece tener un programa claro de gobierno es López Obrador. Sin más tela de donde cortar, y con las encuestas otorgándole todavía un alto nivel de popularidad, analizar las propuestas que ha hecho a la prensa nacional y extranjera, es un ejercicio útil, al menos, para saber lo que nos espera si AMLO resulta electo en el 2006.

López Obrador promete erigir un Estado benefactor amplio, que derrame recursos a los sectores más necesitados; reactivar la economía impulsando obras (en especial en la industria de la construcción que "produce un efecto multiplicador" al generar empleos), modernizar la industria petrolera y "reducir el costo de los energéticos", hasta "alcanzar el propósito de que cueste menos en México el gas y la energía eléctrica" (Reforma, agosto 21, 2005). Para ello, dice, no hay necesidad de privatizar el sector energético, sino aligerar la carga fiscal que pesa sobre Pemex para que la empresa se modernice con sus propios recursos (The Economist, mayo 28, 2005). Pemex, afirma López, puede operar con 10 mil millones de dólares anuales: una quinta parte de sus ingresos. Con ellos podrá también construir las refinerías que necesita para dejar de importar gasolina. Seríamos autosuficientes, por lo demás, a un plazo cortísimo: tres años.

Todo ello se lograría manteniendo la "estabilidad macroeconómica". En el México de AMLO, no habría endeudamientos públicos, ni inflación, ni déficits. "La estabilidad macroeconómica", declaró al Financial Times (mayo 26, 2005), "es un asunto de sentido común". Se conseguiría, asimismo, sin elevar impuestos y sin aplicar una sola reforma estructural: las reformas, declaró, "son tomadura de pelo" (sic, Reforma, agosto 21, 2005).

Sin reformas, mayor deuda o impuestos más altos, ¿de dónde saldrían los recursos que el proyecto "alternativo" de López necesita? De una política de austeridad que recortaría los sueldos de los altos funcionarios y una campaña contra la corrupción que le permitiría ahorrar, según dijo al Financial Times, 10 mil millones de dólares tan sólo en el primer año de su gobierno. Los huecos los llenaría la iniciativa privada: los "buenos" empresarios están cordialmente invitados a participar en el programa de AMLO, en los sectores que el gobierno indique, por supuesto.

En suma, en unos cuantos años, este "humanista" (como se autodefinió López en su entrevista con The Economist) convertiría a México en una Suecia, autosuficiente en materia energética, con una tasa impositiva de las más bajas del mundo, que mantendría una política macroeconómica idéntica a la del gobierno de Fox y una diplomacia que respetaría al TLC y conseguiría, finalmente, la "enchilada completa". Un país de cuento de hadas.

El único problema del programa de López Obrador es que es inaplicable. No hay modernización posible sin reformas estructurales. El milagro económico chino y el chileno, el despegue de la India y aun de Brasil, están cimentados en las reformas y la liberalización que esos países han aplicado. Los problemas económicos de Japón, las bajas tasas de crecimiento en Alemania y, junto con ella, de la Unión Europea en su conjunto, son resultado de que amplios sectores del electorado se niegan a enfrentar la necesidad de reformas estructurales. Las recientes elecciones en Japón y Alemania giraron alrededor de una agenda encabezada por distintas propuestas reformistas. Es difícil suponer siquiera que casos como el alemán o el de China puedan convencer a López Obrador de que rechazar a priori cualquier reforma no tiene ninguna lógica económica. En primer lugar, porque el objetivo de AMLO es político -busca apuntalar su popularidad y su base de votantes- y no económico. En segundo lugar, porque muy probablemente no conoce lo que pasa en Alemania ni lo que ha sucedido en China en los últimos 25 años. Quienes lo entrevistaron para el Financial Times se mostraron sorprendidos sobre "lo poco que (tenía) que decir sobre la amenaza que representa China para la economía mexicana".

Esa "insularidad" ha impedido que López aprenda de la historia. Los programas de reformas están estrechamente ligados al funcionamiento eficaz de un Estado benefactor como el que propone AMLO, porque promueven el crecimiento económico y sin riqueza no hay Estado benefactor posible. Eso es lo que ha sucedido en Alemania: al bajar las tasas de crecimiento, una base cada vez más reducida de gente económicamente activa está pagando a un número creciente de desempleados y jubilados que viven del Estado benefactor. Ni siquiera un país tan rico puede funcionar con eficiencia en esa situación.

Sólo un puñado de naciones han montado Estados benefactores eficientes: los más admirables son, tal vez, Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia. Gran parte del secreto de su éxito consiste en que todos estos países transitaron por un período de reformas estructurales en los años ochenta y noventa que los abrieron a la competencia internacional y los prepararon para enfrentar los retos de la globalización. Las empresas no competitivas desaparecieron y las inversiones en campos como la investigación y educación se multiplicaron para apuntalar a las industrias dedicadas a la tecnología de punta. El sector servicios se fortaleció, y los gastos en pensiones y seguros de desempleo se redujeron en estos años.

En una entrevista reciente (The New York Times, agosto 24, 2005), el primer ministro de Suecia explicó el éxito económico de su país, enumerando los factores de la receta sueca: una economía liberalizada, una fuerza de trabajo altamente calificada, una alta productividad y una política ecológica inteligente. Con ello, concluyó, "se tienen los recursos para obtener un alto crecimiento económico". Y de ahí se derivan los fondos para las redes de protección social en ese país. Debió haber mencionado un último factor básico: no hay Estado benefactor sin altos impuestos. En los países nórdicos los impuestos corresponden aproximadamente al 50 por ciento del PNB (frente al 35 por ciento en Inglaterra y en Estados Unidos).

La brecha entre la realidad y las propuestas de López Obrador es abismal. México está a años luz de tener los recursos humanos y materiales para erigir un Estado benefactor como el sueco. Con el programa de AMLO estará aún más lejos de conseguir la condición fundamental para modernizarse: un crecimiento económico sostenido. Frente a las necesidades del país, las fuentes de financiamiento que López ha propuesto, a falta de reformas, más impuestos o un mayor gasto público, son, ésas sí, una "tomadura de pelo". La inversión privada no se decide por decreto: "buenos" o "malos", los empresarios mexicanos y extranjeros invertirán tan sólo en un clima de estabilidad política y en áreas donde obtendrán ganancias. Y aun si, con base en un acto de fe -ya que López no ha desglosado los renglones de donde supuestamente extraerá fondos-, creyéramos que dispondrá realmente de 10 mil millones de dólares anuales producto del "ahorro", esa cifra palidece frente a las necesidades de una sola empresa, que es por lo demás uno de los puntales del proyecto de AMLO: Pemex. Limpiar un pozo petrolero cuesta en promedio 100 mil dólares (anglosajones) y modernizar nuestra industria petrolera hasta conseguir la autosuficiencia en hidrocarburos, implicaría probablemente una cifra cercana a lo que se ha calculado que necesita para modernizarse la industria petrolera iraní: 70 mil millones de dólares.

Sólo un votante iluso olvidaría que el objetivo primero de un político es alcanzar el poder y mantenerlo y que las promesas de campaña sirven fundamentalmente a esa meta. Pero sólo el peor tipo de político, el populista igualmente iluso que cree que puede engañar a todos todo el tiempo, puede hacer política a espaldas del objetivo fundamental del electorado: llevar al poder al candidato que garantice el mejor gobierno. Aunque las colectividades no son naturalmente sabias y se equivocan con alarmante regularidad, el proyecto de ciencia ficción para desarrollar al país que pretende vendernos AMLO le restará votos y, si llega al poder, México pagará un costo altísimo: el rezago económico del país se acelerará exponencialmente. Un precio que no nos podemos dar el lujo de pagar.

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Fecha de publicación: 2-Oct-2005

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Hola,

¿Tienes un email que sirva? He intentado enviarte información por correo electrónico y ninguna de tus direcciones funciona. Ojalá que esta vez sí te puedas poner en contacto conmigo.

contacto[arroba]entretres.com


Saludos.

6:49 p.m.  

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